martes, 18 de enero de 2011

Aeropuerto del Prat. T1. ßarcelona.





More about Ryanair.

RYANAIR'S efforts to charge passengers to print a boarding pass have been declared illegal by a Spanish judge. Dan Miró, a lawyer who specialises in fighting airlines on behalf of passengers, brought the case against Ryanair after he was charged €40 ($54) for a boarding pass at Girona airport near Barcelona last year.

miércoles, 12 de enero de 2011

Exposición de Lastcall en Photoartekomite.




En los aeropuertos eres libre para hacer lo que quieras, como espacios de tránsito que son, me relajan, me inspiran. Si tengo tiempo, me gusta sentarme y observar a la gente, hay tantas formas diferentes de afrontar un viaje. Está quien viaja con su familia, el que se va a embarcar en un viaje transoceánico, el viajero estresado que consulta compulsivamente la blackberry, el móvil, el ordenador, o todo a la vez, el que lleva dos días atrapado y lo convirtió en el salón de casa.... Quizás todo esto me inspiró a crear el blog : Lastcall del que derivó la exposición que aquí se presenta.


Cada foto de LastCall es un momento de mi vida y una pequeña historia de un aeropuerto, todas son diferentes, porque de la misma manera que no hay dos momentos iguales, no hay dos aeropuertos iguales.


El texto completo en: espaciophake: Una pequeña historia de aeropuerto, de Susana López.

A text from Caroline Aulis.

An airport: it is a conglomeration of all cultures, and yet devoid of culture at the same time. Nowhere else in the world does a place like this exist. It is ironically sterile; it is a place of floating bodies, of people in limbo, a place where everyone is waiting to be somewhere else. It is a place of contradictions. There is life here and yet no life; it is stripped of spontaneity and replaced by predictability, control, and certainty. It is a non-place. It is dead-time. It is the ultimate waiting room. And yet it is a center of contemporary culture.


It is the only space in which people across the globe share in the same routine, follow the same rules, and are part of the same process. It is a bizarre culture within itself that we are all citizens of. Airports are unified in their structure, expectations, and flow. It is a place that we can navigate through, whether we are in Chicago or Hong Kong.


Some call airports their home and live a nomadic life, finding comfort in this transitory atmosphere, while others frequent them a couple times a year. Regardless, we travel frantically through airports, even if we have done the routine hundreds of times before. We worry about finding our gate, passing through security, making sure we have the right sized suitcase and proper traveling materials. And yet it is possible to find refuge in the craziness of this place, because for a moment we can forget about our anxieties or expectations of where we are heading or what we are leaving behind, and we can find comfort in the predictable routine laid out for us.


Still, we are merely bodies being ushered from location to location. No one cares how we feel; if we are nervous to go somewhere new, if we are sad to say goodbye to a loved one. We are guided through the motions, and the only concern of those in charge is to get us from point A to point B.


Everyone is out of their element in an airport; no one is in their own environment. The handsome Italian man sipping a cappuccino in Milan loses his essence as he is removed from his space, and thrown in amongst everyone else. He becomes just another body traveling through. An airport is a place where identity is scrutinized thoroughly, and also shed like a snakeskin. We become anonymous and homogeneous. The hairdresser from Phoenix is no different than the gallery owner from Basel sitting next to her. Their differences become invisible. We become just another face and another voice.


The speed at which we now travel has squeezed our time to adjust, when there used to be time to arrive. We live in a world where we can have dinner in New York and breakfast in Paris. What happens when we jump so quickly from place to place? Our bodies might be in a new environment, but our minds can’t move so fast; we struggle to make sense of a new place with new social cues and customs.


I am intrigued by the fact that we lose our identities in an airport, yet peoples’ stories and backgrounds are vastly different one from another. It is as if we float in time and space, waiting for something, waiting to be somewhere. We enter a place that is full of life and culture and yet is empty. Sterile. How is that possible?


Caroline Aulis


she write about herself: I am a senior in the School of Art and Design at the University of Michigan, currently working on my thesis. I recently did extensive research on the airport because of my interest in culture shock and our relationships to our respective environments. I am fascinated by the "limbo" quality of the airport, and the fact that it is the quintessential waiting room as we travel from one culture to another.

lunes, 10 de enero de 2011

Los Derechos del pasajero.

En folleto explicativo sobre los derechos del pasajero se especifica que de acuerdo con el Reglamento (CE) 261/2004 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 11 de febrero de 2004, cuando se produzca la cancelación de un vuelo, es decir, la no realización de un vuelo programado y en el que había reservada al menos una plaza que salga de un aeropuerto comunitario, el pasajero tendrá, por un lado, derecho al reembolso o a un transporte alternativo y derecho a atención.

Y por otro, derecho a compensación, salvo que la compañía pueda probar que la cancelación se debió a circunstancias extraordinarias o que se haya informado al pasajero al menos con dos semanas de antelación. Más adelante se concretan en el mismo folleto las compensaciones. Serán de 250 euros para vuelos de hasta 1500 km y de 400 euros para los intracomunitarios de más de 1500 km.

Para todos los no comprendidos en los apartados anteriores, esa compensación será de 600 euros. La compañía aérea podrá reducir esa compensación en un 50% en el caso de que permita la llegada al pasajero, a su destino final en un tiempo no superior a dos horas en los vuelos de hasta 1500 km o no superior a tres horas en los de mayor distancia.

La reclamación se puede hacer en teoría por internet o por carta, pero lo más recomendable es hacerla in situ, pidiendo un impreso en la oficina de ventas de la compañía en el mismo aeropuerto. Después de rellenarla, -indicando el detalle de la incidencia además del número de vuelo, número de billete y localizador-, es importante entregarla en esa misma oficina donde sellarán las copias y las entregarán al pasajero.

La compañía suele contestar disculpándose, alegando problemas técnicos y ofreciendo de primeras, un billete de avión aunque sin incluir el importe de las tasas e impuestos. En ese caso el pasajero puede responder aceptándolo o insistiendo en recibir lo que marca la ley («la compensación se efectuará en metálico, transferencia bancaria electrónica, transferencia bancaria o cheque. También en bonos de viaje u otros servicios aunque sólo previo acuerdo firmado por la persona afectada»).

En la mayoría de los casos, según me cuentan, la compañía llegado a ese punto suele aceptar cumplir con el reglamento y abonar la compensación, pidiendo un recibo firmado y los detalles del banco del pasajero. Si no lo hiciera, se puede seguir el trámite a través de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios).
No se trata en ningún caso de ensañamiento contra las compañías aéreas, pero de cumplir la ley vigente y al mismo tiempo volver a dar confianza a un sufrido viajero que en estos tiempos no para de recibir palos y tiene la sensación de estar absolutamente desprotegido ante cualquier eventualidad. Ya sea justificada por razones extraordinarias que este año no paran de ocurrir o por cuestiones internas de las compañías que en un momento determinado pueden decidir no cumplimentar un servicio si no le es económicamente viable, o por cualquier otra razón de carácter operativo o técnico.

Pero cuidado, si hasta ahora el viajero rara vez conocía sus derechos y lo máximo que hacía era patalear ante situaciones adversas, ahora están aprendiendo a reclamar.

domingo, 9 de enero de 2011

Para el pasajero 422.




- Y durante ese año empiezas a trabajar en LASTCALL; pero cómo surgió LASTCALL?

A principios del verano pasado me tocaba coger demasiados vuelos seguidos, con sus correspondientes horas de espera en los aeropuertos, y me preocupaba que no tener suficiente tiempo para trabajar. Así que mientras esperaba para embarcar y observaba a la gente se me ocurrió la idea de contar a través de la fotografía lo que sucede en un aeropuerto, cómo invierte la gente el tiempo, qué transmite un aeropuerto.

En resumen, “Lastcall” nació como una reflexión de todas las horas que pasamos en aeropuertos, esperando aviones que vienen con retraso, bien sea para irnos de vacaciones o para volver a casa, esperando a alguien que viene de visita, etc.

En esa época estaba trabajando en un proyecto que nació también en la red, así que se me ocurrió la idea de crear un proyecto “abierto al público” a través de un blog.
“LastCall” es un proyecto personal pero es también una invitación a que la gente comparta a través del blog sus experiencias, sus temores, sus ilusiones, sus enfados. En definitiva, qué sienten cuando están en un aeropuerto esperando. [...]

Al principio, cuando solo era una idea, pensaba crear un espacio de reclamaciones para que la gente contará sus quejas sobre las compañías aéreas, los abusos que estas cometen porque bien la gente no conoce la ley o porque es muy conformista y en numerosas ocasiones, no realizan las reclamaciones necesarias y a las que tienen derecho, por comodidad o por ignorancia.
Me indigna que muchas veces si “todos” nos quejásemos y reclamásemos nuestros derechos las compañías aéreas no cometerían tantos abusos.

El nombre fue idea del pasajero 422, porque más de una vez me salte la llamada del “lastcall” para acabarme una copa.
En la idea original el nombre es: “Ultima trucada / Última llamada / last call” porque cuando estoy en un aeropuerto donde solo dan los avisos en dos idiomas tengo la sensación de que se les olvida algo, porque son muy cortos.


Reflexión de Rafael Argullol sobre las salas de espera de los aeropuertos.

El viaje de Rafael Argullol (No Es Un Día Cualquiera)